Un día cómo hoy, pero hace 21 años, se aprobó en el congreso la Ley Nº 23.928 (Ley de Convertibilidad). Se ha escrito y hablado mucho sobre los efectos desvastadores de esa ley. Sin embargo no quería escribir sobre eso sino una imagen que todavía vuelve a mí y que sólo lateralmente tiene que ver con esta fecha.
Recuedo esto y no puedo dejar de vivenciar la distancia, la densidad del tiempo. Unos datos: aún estaban vivos mi abuelo materno y mis tíos abuelos (paternos): Ema, Cacho, Lila, Lita. Yo tenía 6 años, había empezado primer grado, y no tenía idea lo que pasaría después. Esa es mi imagen de la inocencia.
Yo era un nene de 6 años, hacía unos meses había comenzado la escuela primaria en la Esc. Belgrano, de Paraná. Supongo que muchas cosas eran nuevas en esos días para mí. A eso se le sumaba que me habían dicho que los ahorros que tenía, unos los billetes celeste claro, verdosos, y monedas plateadas, livianitas, no iban a servir más. Otra iba a ser la plata. Se llamaban Pesos y aseguraban que iba a tener el mismo valor que el Dolar. A mí nada de eso me importaba y seguramente no entendía qué significaba. Sólo añoraba hacer ese trueque, juntar lo poco que tenía guardado y efectuar el cambio correspondiente. Fue mi mi tío Cacho quien me acompañó. Me acuerdo cruzando con él calle Gualeguaychu, rumbo a un banco: él también tenía que cambiar dinero. Fue una mañana y hacía frío. Yo estaba vestido con una campera verde, con corderito adentro. Me encantaba esa campera. Después me acuerdo estar al costado de mi tía, mientras él cambiaba en la caja el dinero. En ese momento miraba para arriba, no lograba ver la ventanilla cómodamente, tampoco el maneje monetario. Una vez concluido el trámite nos fuimos despacio para su casa, y almorzamos seguramente sopa y algo más.
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